La mirada era mucho más triste que irónica, era insondable y amargamente triste, su contenido era una desesperanza callada, en cierto modo irremediable y definitiva, y en cierto modo tambien convertida ya en forma y hábito. (...) La mirada penetrante del lobo estepario atravesaba todo el ámbito de nuestro tiempo, toda la fiebre de actividad y el afán de arribismo, la vanidad entera y todo el juego superficial de un espiritualísmo fementido y sin fondo-. ¡Ay!, y por desgracia la mirada profundizaba aún más, llegaba no solo a los defectos y a las desesperanzas de nuestro tiempo, de nuestra espiritualidad y de nuestra cultura; llegaba hasta el corazón de toda la humanidad, expresaba elocuentemente en un solo segundo la duda entera de un pensador, de un sabio quizás, en la dignidad y en el sentido general de la vida humana. Aquella mirada decía: ¡Mira, estos monos somos nosotros! Y toda celebridad, toda discreción, todas las conquistas del espíritu, todos los avances hacia lo grande, lo sublime y lo eterno dentro de lo humano, se vinieron a tierra y eran juegos de monos...
Herman Hesse. El lobo estepario.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario